3 de diciembre de 2008



Acercamiento a la muerte

Es un gran misterio para muchos, el momento de la muerte y el “después”.
Las religiones, cada una con sus argumentos y justificaciones tratan de explicar ese gran cambio. Podemos ir al cielo para estar con Dios quien está representado en sus diferentes manifestaciones y con las respectivas doctrinas de cada religión y creencia.
Y así, nos enseñan desde niños: que existe Dios, que no se ve, pero que está. Que es bueno y que es el padre de TODO. Y que pertenece a un mundo que tampoco podemos ver, ni siquiera visitar pero que si somos buenos cuando nos llegue el momento de morir, Dios nos acogerá en sus brazos.
Eso es la síntesis que un niño/a de cualquier religión, a la que pertenezca su familia, entiende o mejor dicho, trata de imaginar ese mundo.
Cuando crecemos, nos vamos abriendo y gracias a “ese Dios” vamos comprendiendo que según rezan las religiones, jamás podremos ir a ningún cielo, porque cada vez sucumbimos más en toda la lista de pecados que “por reglamento” tienen las religiones.
Entonces se nos termina de abrir el cerebro y “comprendemos” que no es tan así, y que si bien respetamos a Todas las religiones, o mejor dicho a las Instituciones Religiosas, que son a la vez instituciones políticas y sobre todo Económicas, nos apartamos del buen camino del pastor y empezamos a investigar que pasa con nuestra humanidad. ¿Somos cuerpo, sólo eso? O somos cuerpo y mente, más como dice la psicología? O existe algo más: “eso que no se ve”?.
El alma, el espíritu, o el súper yo y entonces aparece toda la multitud de espiritualistas y “Maestros del alma”, y sale a figurar toda la biblioteca completa del señor Hosho, y compañía, que de su vida deja bastante que desear y que por ser tan espiritual mucho le interesó el dinero y el poder.
Pero también aprendemos a respetar las creencias y las tendencias de cada uno de estos “Maestros” y a la larga podemos ser devotos de alguna Virgen María, que siempre es la misma nada más que aparecida en diferentes puntos geográficos o ser partidarios de algún centro de meditación súper profunda.
En definitiva, así vivimos, rodeados de un montón de información que nos sirve para aumentar nuestra Fe, y también para unirnos a grupos de contención. Gente que piensa como nosotros y que después de misa se reúne a charlar, café de por medio, y a criticar al grupo parroquial y ver si el señor cura tiene novia. Porque esas son las típicas conversaciones que se dan, así, como el aire. O en los grupos después de meditar y relajarnos, de pronto somos todos buenos y el prana nos bañó con su sabiduría y alimento espiritual y el que guía el ritual mas o menos ocupa el lugar de un semi dios, no descubierto hasta ese momento.
Y hasta acá todo está muy bien, pero seguimos sin entender muchas cosas y si nos preguntamos que hay después de la última gota de aire que sale de nuestro cuerpo, cuando el corazón deja de latir, nos asustamos un poco. De eso ninguna religión nos aclaró nada y tampoco el gurú.

En ocasiones en que estuve con gente, que le faltaba muy poquito para partir, siempre les vi una mirada especial, diferente, comos si al mismo tiempo que estuvieran en este espacio físico también estuvieran presenciando otra realidad. A veces ocurre en un instante, pero cuando se acerca más el momento de la muerte la mirada se prolonga. Me detuve a observar y tratar de comprender, o más bien de percibir. Siento que están lejos, que una parte de esa persona ya no corresponde a este lugar. A veces sonríen, y pienso que estarán recordando algo, (como dirían los psicólogos o neurólogos) y otras veces cierran los ojos como disfrutando de algo a lo que yo, simple observadora, no puedo acceder.
El momento de la muerte, lo que para mi significa que es el abandono de esa energía llamada alma del cuerpo de la persona, me emociona tanto como el nacimiento. Porque en ese instante está la gracia y el milagro, a los que no podemos acceder. Existe algo más fuerte, que determina ese momento. Es un día, una hora y un lugar, como lo es el nacer.
El individuo expira e inmediatamente lo invade una paz irreal. Su mirada sigue un punto indefinido, que no es de ningún lugar del cuarto o recinto donde yace el cuerpo. Y la PAZ, la quietud se hacen presente.
En esos momentos siento como si todo estuviera en orden, el caos desapareció. El dolor también, la angustia, las pasiones, la lucha. Sólo queda la PAZ y una oleada de serenidad que se siente alrededor.
Lo observé en personas y también en animales. En mi perro este año. Precisamente murió en mis brazos de un paro cardíaco, después de haber sido atacado por una jauría de perros. Y así murió Kotosh, la agonía, la lucha por sobrevivir, nuestra lucha por no dejarlo ir y finalmente la PAZ.
En ese momento algo dentro de mi me decía, como si él lo estuviera haciendo, que así debía ser, así debía ser para continuar.
Y entonces me pregunto para continuar ¿qué y dónde?
Esas son las preguntas favoritas ¿A dónde vamos, qué hacemos allí y volvemos a reencarnar o nos quedamos allá?

Me gustaría conocer opiniones, experiencias, de todo el que quiera participar porque después de todo vivimos en una constante transformación y crecimiento.

1 comentario:

  1. Este es un mensaje de Gloria.

    "Querida Claudia, no podrías haber elegido tema más interesante para mí que el de la realidad no ordinaria. ¡Es fascinante! Y hay tanto para contar y aprender sobre eso.
    La historia de las tres mujeres de la Recoleta me puso la piel de gallina, se la conté a un taxista el otro día y a él le sucedió lo mismo.
    Lo que ocurre con estos temas (y también con otros) es que no todos están preparados o bien dispuestos para escuchar y entender. Hay que "estar atento" para percibir, lo sé por experiencia propia y ajena. Me parece espléndido que crees un espacio para compartir estas vivencias y aplaudo tu iniciativa. Un cariño inmenso, Gloria"

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